Época: China3
Inicio: Año 1644
Fin: Año 1911

Antecedente:
Dinastía Qing: el ocaso de un imperio
Siguientes:
Tipos cerámicos
Monocromos
Familias occidentales

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

La porcelana de la dinastía Qing es sin duda la mejor documentada, tanto por la gran cantidad de colecciones que hoy se conservan en Oriente y en Occidente, como por las fuentes documentales que tratan sobre cualquier aspecto con ella relacionada. El afán compilador de la dinastía, junto con la curiosidad de los europeos que durante los siglos XVII, XVIII y XIX visitaron China, nos han dejado un número ingente de tratados acerca de su producción, organización laboral, decoración y distribución.
La existencia de todo este conjunto documental no debe inducir a pensar que la porcelana realizada durante esta dinastía comportara importantes renovaciones en la historia de la porcelana china. Más bien éstas fueron de carácter decorativo y formal, hasta perderse a partir del siglo XVIII en un manierismo alejado de cualquier valor artístico o estético.

Si existe algún término genérico que sirva para definir la porcelana Qing es el de virtuosismo técnico, es decir, la capacidad de los alfareros de modelar cualquier forma con la pasta cerámica, independientemente de su utilidad y atendiendo exclusivamente al gusto caprichoso de una nueva era.

En efecto, los gobernantes de la nueva dinastía manchú carecían de la tradición artística y cultural china, al igual que sucediera siglos atrás con la invasión mogol. Los tres primeros emperadores aún tuvieron la sensibilidad suficiente para valorar unas piezas por su belleza intrínseca -calidad de la pasta, sonoridad, brillo, transparencia- más que como mero soporte decorativo susceptible de imitar cualquier otro material como el bronce, la laca, el jade... Sus sucesores, por causas diversas, prefirieron los alardes técnicos y decorativos susceptibles de proporcionar nuevas sensaciones alejadas del espíritu tradicional del material.

Podemos observar, en líneas generales, que la porcelana Qing se puede dividir en dos grandes períodos. El primero fue el iniciado por el emperador Kangxi (r. 1662-1722) y continuado por Yongzhen (r. 1723-1735) y Qianlong (r. 1736-1795), mientras que el segundo comprende fundamentalmente el siglo XIX, y los reinados de Jiaqing (r. 1796-1820), Daoquang (r. 1821-1850), Xianfeng (r. 1851-1874), Guangxu (r. 1875-1908) y Xuantong (r. 1909-1911).

Kangxi, tras finalizar la conquista militar y política de China, mandó reconstruir en 1682 la ciudad alfarera de Jingdezhen. Si bajo el reinado de los emperadores Ming, la corte tuvo una relación muy cercana a la producción cerámica, Kangxi inició un período de intervención directa de la corte en los hornos de Jingdezhen y otros centros alfareros. Para ello creó la figura de los Directores o supervisores absolutos de la producción, nombrados directamente por la corte, y bajo cuyo mandato fue posible la reorganización de los hornos. Zang Yingxuan (1680-1726), Lang Tianji(1705-1712), Nian Xi o (1726-1736) y Tang Ying (1728-1743), todos ellos hombres de probada maestría en su oficio, lograron que la producción de porcelana volviera a sus máximos niveles de calidad, coincidiendo con los reinados de Kangxi, Yongzheng y Qianlong, respectivamente. Con esta medida de carácter administrativo, los emperadores quisieron asegurar la fabricación de piezas de absoluta calidad destinadas exclusivamente a uso imperial.

Si en las anteriores dinastías se escogían las más bellas de entre todas, a partir del reinado de Kangxi, la producción se dividió clarísimamente. Unos hornos se dedicaban exclusivamente a abastecer las necesidades de la corte, recibiendo el nombre de guanyao o porcelana imperial, mientras que el resto de los hornos se dedicaron a la fabricación de piezas destinadas al consumo cotidiano y a la exportación, englobadas con el término minyao o porcelana popular. No es casualidad que tras finalizar la dirección de Tang Yin, y con la transferencia de poderes de la corte a las autoridades locales la calidad de las porcelanas realizadas en Jingdezhen disminuyera sensiblemente.

Según los documentos de la época, en Jingdezhen vivían y trabajaban más de un millón de habitantes, siendo los hornos más de tres mil quinientos. El trabajo especializado estaba perfectamente definido: purificación, amasado, forma, decoración, transporte, cocción, así como sus lugares de trabajo. El padre jesuita D'Entrecolles describía de la siguiente manera la vida en Jingdezhen: "Es King Te-Tching el asilo y refugio de infinitas familias pobres, que no pueden ganar su vida en las ciudades comarcales: Allí hallan que trabajar los mozos y las personas de poca salud: Aun los ciegos y estropeados ganan su pan moliendo los colores".

Junto a las Cartas del jesuita D'Entrecolles, los textos de los directores de Jingdezhen, especialmente los de Tang Yin, constituyen las mejores fuentes para conocer la organización interna de Jingdezhen.

El primer grupo de producción, la porcelana imperial, incluía diferentes categorías atendiendo a quién estuviera destinada. Así los productos principales fueron los destinados al uso cotidiano, tales como cuencos, platos, vasos, jarras..., cada uno de ellos de diferente color o decoración según si eran para los emperadores o para su numerosa corte: los destinados a los emperadores debían ser amarillos; aquellos cuyo interior era blanco y su exterior amarillo, para la concubina de primer rango; las segundas y terceras concubinas utilizaban vajillas de color amarillo decoradas con dragones verdes; las de cuarto rango, azul con dragones amarillos; las de quinto rango, verde con dragones púrpuras; las de sexto rango, polícromos con dragones rojos, y las de séptimo y último rango, polícromas.

Junto a las porcelanas de uso cotidiano, la corte demandaba piezas destinadas a los ritos, normalmente monocromas, así como para regalos o cualquier otra ceremonia. La calidad de estas porcelanas, cuyo uso estaba estrictamente limitado, favoreció la creación de hornos privados que lograron fabricar piezas de gran calidad denominadas guanguyao o porcelana oficial antigua, destinadas al consumo de oficiales de alta graduación, comerciantes, principales, etc.

Todos estos alardes técnicos fueron posibles, no sólo gracias a la adecuada dirección de los centros alfareros, sino también a la aplicación de nuevos esmaltes y bamices así como a las innovaciones técnicas de los hornos. Estas consistieron, en líneas generales, en un menor consumo de combustible, la incorporación de largas chimeneas y la ausencia de compartimentación interior que permitía cocer en el mismo espacio piezas con distintas condiciones atmosféricas y de temperatura.